28 de junio de 2011

enmundecido

Joan Miró

Te miro. Te observo. Estás asustado.
No quiero hacerte daño, sólo estar aquí.
Las rejas me hacen verte a rayas, si me acerco más lo pasarás peor, debe ser horrible ver un bicho enorme mirándote fijamente. Las heces se encuentran paralelas a ambos lados del palo sobre el que te apoyas, menudas uñas por cierto. No puedes moverte más. Y te compadezco.
Estar encerrado en esa jaula debe ser horrible, sin poder moverte, solo comer y bueno...ya sabes el resto. Ojalá fueras libre.
A veces pienso que realmente la libertad se encuentra en esa jaula y que yo estoy encerrada en este mundo. Son libertades distintas. Pero la capacidad de elegir qué libertad desea no debería estar condicionada al gusto de unos pobres diablos.
Abro tu jaula. Espero. Me meteré en un lío por esto. Venga. Sigues chocandote con las rejas despegando y bajando, como cada vez que estás asustado, te dejo la puerta abierta. Me alejo. Ahora no tienes excusa.
Vuelvo y sigues ahí. Eres curioso. Tal vez no concibas otra forma de vivir. Eso le ocurre a mucha gente ¿sabes? Cierro tu puertecita, tal vez no fuera hoy tu día, mañana tendrás más fuerzas. Me meto en la ducha y comienzas a cantar, siempre que hay agua de por medio lo haces.

Me da qué pensar