20 de junio de 2011

Detalle: no tenía miedo

Tomé a lapislázuli entre los dedos de mis manos, la miré con rostro indescifrable (incluso para mí) y soplé sobre ella con fuerza. Me agaché, sonreí y la lancé. Rebotó sobre el agua creando sus círculos concéntricos característicos, la figura perfecta griega. Griega, claro.

¡Plof!

Se hundió rápidamente, vaya a pesar de todo... bueno, allá va. Lapislázuli rodeado de sirenas que le canten bellas hazañas de marineros perdidos, podrá adornar sus cabelleras cargadas de sueños hundidos y decepciones ahogadas. Sí mi pequeña piedra, pero ¡mira! las sirenas tienen cola de pez.

Exacto, los peces no tropiezan con piedras.