6 de diciembre de 2011

nanas

Lo tomo entre mis manos con sumo cuidado. No es un simple libro, son sentimientos, sensaciones, un trocito de quien vive. No lo abro aún... aún no. Respiro hondo. Estudio la cubierta, concentro todos mis sentidos en lo que puede decirme sin abrirlo. Lo recorro con mis dedos, tiene una textura curiosa, suave  en un sentido, áspero en otro, me gusta esa dualidad casi en todo presente. Lo miro con atención, gastado en sus bordes es algo más, es lo que hace grandes a los libros que ya no solo contiene a quien lo escribe sino a quien va destinado, sino a quien se contagia con esa magia... lo miro, lo toco, lo escucho: tiene voces dormidas, otras están gritadas. Fantasmas del pasado y del futuro concentradas en mi presente. Aunque quiera dedicarle todos mis sentidos me parece de mal gusto darle un lametazo, cosa obvia. Por último aspiro al posarme sobre él, no era algo previsto, él me sorprendió sin más, olía a nuestra señora de París. Sonreí...

...y me perdí entre sus hojas.