27 de octubre de 2011

Miramos al cielo y vemos trozos de madera,
los dos trozos de siempre dispuestos en cruz,
antes manos divinas, ahora manos corruptas,
caen las primeras cuerdas,
caemos al suelo al fin, nuestro suelo, pero lo hacemos de pie,
eso no se lo esperaban,
nos acariciamos las muñecas y los tobillos,
arrancamos los últimos hilos que estaban prendidos en ellas,
armados con tijeras, miramos hacia arriba, asentimos.

Se desata la revolución.